Alguien una vez me contó acerca
de la Leyenda del Hilo Rojo, que hablaba sobre que aquellas personas que
estuvieran unidas por un hilo rojo invisible estaban destinadas a estar juntas,
sin importar cómo de lejos o cómo de difícil sería conseguirlo. Porque aquel
hilo no se rompería jamás.
Y me lo creí. Me lo creí hasta
tal punto de poder llegar a sentir que todo lo que ocurre a nuestro alrededor,
aunque parezca mentira, es un pequeño empujón más para llegar a aquella
persona.
Con el tiempo entendí que estas
cosas no sólo ocurren con quien estamos destinados a encontrarnos, sino con
todo lo que configura nuestro “yo”. Todo aquello que vivimos, todas aquellas
experiencias que adquirimos, es aquello que va a acabar constituyendo nuestra
esencia, y por eso mismo creo que todo aquello que ocurre es porque tiene su
motivo de ser, y que todo lo malo es para que lo bueno sea también.
Muchas veces la vida tiene esta
tendencia caprichosa de alejar de nuestro alcance lo que creemos que nos hace
bien y que nos llena y la maldecimos hasta llegar al punto de dejar de creer,
de sentir que estamos destinados a morder el polvo, pensando que todo lo bueno
que nos ocurre no tiene sentido si algo malo va a venir después.
Pero, ¿qué pasa cuando el destino
te devuelve aquello que te ha sido arrebatado y es incluso mejor de cómo fue
cuando una vez lo tuviste?, ¿qué pasa cuando lo nuevo resulta tan familiar que
hasta estremece?, ¿qué podemos darle al destino más allá de las gracias? Cuando
creías que no volverías a escuchar jamás una canción que se pausó hace años,
pero de repente vuelve a sonar y recuerdas que era tu favorita, ¿dónde quedan
las ganas de dejar de creer en la magia?
“Dios aprieta, pero no ahoga”, dicen. Si bien
no me considero una persona demasiado creyente, sí siento que existe un algo que nos acaricia el hombro de vez en cuando y nos dice algo como: “venga,
hombre, que tampoco es para tanto”.
Y tal vez no lo sea. Tal vez nos empeñemos
tanto en ver que las cosas no están saliendo como planeamos que no vemos que lo
que tenemos delante es incluso mejor de lo que podríamos llegar a esperar y que
la vida no gana nada haciéndonos miserables, que cada uno siembra lo que
cosecha y, si algunas temporadas son más flojas que otras, tal vez sea porque
necesitamos un poco más de tiempo y de dejar que la tierra se amolde bajo
nuestros pies.
El tiempo pone a cada uno en el lugar al que
pertenece, que si todo fuera tan fácil como buscar y encontrar perderíamos gran
parte del motivo que nos hace vivir en lugar de existir y que las cosas siempre
tienen su modo de operar e influir en todo aquello que nos rodea. Creo que la
vida debe mover todos los colores antes de sentarnos al lado del rojo, que los
hilos se entrelazan entre sí y que, hayas cosechado poco o no, jamás dejarás de
tener algo para comer.
¡Pasta la vista, babies!💋
Lai