lunes, 25 de junio de 2018

Pinturas y encuentros



Una vez leí que Van Gogh solía ingerir pintura amarilla porque la asociaba como un color alegre, con el pensamiento de que, de esta forma, el brillo del color pudiera hacerle brillar a él también.

En ese momento le juzgué, y lo primero que hice fue echarle la culpa a la ausencia de su cordura, pero, ¿acaso no hacemos nosotros lo mismo? El alcohol para olvidar, las drogas para salir de la cárcel en la que creemos que estamos retenidos… las personas para que nos hagan lo felices que no somos capaces de hacernos a nosotros mismos.

Nos aferramos a las cosas que nos hacen sentir bien, por muy tóxicas que puedan resultar, porque simplemente no somos capaces de ver más allá. O no queremos. Nos aterra el hecho de que, si seguimos caminando, podríamos llegar a encontrar algo más sano, algo mejor, algo que nos llene y nos haga crecer porque, al mismo tiempo, podríamos no llegar a encontrar nada.

Sin entender que nada, también es algo bueno.

Cuando no encuentras nada lo único que te queda eres tú. Y tú eres más que suficiente. Vivimos a base de códigos, de hábitos, de pilotos automáticos. Las cosas que son buenas, son buenas, y las cosas que son malas, malas, cuando jamás es así. Todo es relativo en los ojos de quien busca ver más allá, y tenemos que aprender a entender que lo que tiene que ser, será y lo que no ha podido ser, es porque no debía de haber sido, por mucho empeño y deseo que hayamos depositado en ello. Porque a veces es mejor así y, porque a veces, sólo con el esfuerzo invertido ya basta para hacernos mejor de lo que éramos cuando empezamos.

Que no hay vidas nuevas en los años nuevos, que vas a arrastrar contigo la misma vida que llevabas el año anterior, la misma mierda, las mismas personas, tu mismo cuerpo. Los propósitos de enero no sirven para nada. Los lunes no son una mierda porque es el primer día de la semana. Los días de lluvia no son días tristes. Pasar un San Valentín soltero no es porque estás solo.

No es por ponerme en plan ONG, pero si sólo fuéramos conscientes de cuánta gente desearía estar en el lugar en el que te encuentras sólo porque te estás levantando un lunes de mierda para ir a trabajar… la mala suerte sólo existe para aquellas personas que no son capaces de afrontar su futuro y mucho menos encararse a su presente.

Y da miedo. Da miedo pararte a pensar que igual te levantarás el día de tu 80 cumpleaños pensando que llevas ocho décadas en este Planeta y lo único que has hecho ha sido quejarte de la mala suerte que has tenido en la vida y de lo miserable que te has sentido siempre habitando en tu propia piel. Que lo único que querías era ser feliz y vivir una vida plena, pero que todo acabó cuando te terminaste tu pote de pintura amarilla y no tuviste el valor de levantarte e ir a por más. 


Pasta la vista babies!💋


Lai.



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